“Es imprescindible pues, ser zorra para conocer las trampas y león para asustar a los lobos”
Por: Pedro Rafael Gutiérrez Doña
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ucho se ha escrito sobre esta materia a través de los siglos y muchos estudiosos en la actualidad, han dedicado su vida a construir y darle forma a la política como el arte de gobernar. Recordar a Platón en estos momentos, es condición necesaria para poner sobre la mesa, qué es el arte de gobernar y cómo lograrlo a través de la rigurosa práctica de la virtud. Aristóteles con su herencia, acuña en piedra el principio filosófico de que gobernar es el arte a través del hábito en la práctica de la moral, esto con el único objetivo, de dar forma a nuestras sociedades y recibir a cambio los frutos y bienaventuranzas de la virtud.
Nicolás Maquiavelo en su conocida obra “El Príncipe” pone el dedo en la parte “animal” del hombre, afirmando que “Como al príncipe le es preciso saber utilizar bien su parte animal, debe tomar como ejemplo a la zorra y al león; pues el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos. Es imprescindible pues, ser zorra para conocer las trampas y león para asustar a los lobos”. Mil cuatrocientos años atrás de Maquiavelo, un ungido ya lo había dicho en el Primer libro a los Corintios capítulo 2 verso 14; el Apóstol Pablo nos dice que “...el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él, son locura…”
La virtud, la moral y la astucia ‘animal’ de los hombres deberían ser pienso yo, los tres pilares fundamentales en los que un gobierno debe construir para poder transformar la política como el arte de gobernar. A falta de virtud y de moral, cualquier Estado quedaría en manos de la parte animal, con los resultados y las consecuencias que esto conlleva; a falta de virtud y de malicia, nos convertimos en presa fácil de trampas y de lobos hambrientos.
Muchos hemos visto en la Democracia como el sistema de gobierno al que todos deberían aspirar, pero hemos visto por efecto, los pueriles garabatos de muchos 'príncipes' improvisando torpemente a la hora de gobernar. Una interminable lista de analfabetas políticos de nuestra América han llevado a la hoguera los principios fundamentales que nos dejó Locke o Montesquieu para que la política se convierta en arte, pervirtiendo la teoría y los principios filosóficos de los autores, han llevado a la política a los extremos mas bajos de su razón de ser. ¿Adónde quedó la virtud y la moral como cimientos para convertir la política como el arte de gobernar? Los genuinos esfuerzos de un gobernante para mantener un país a flote, van más allá de un equilibrio macroeconómico, de una política exterior que resguarde íntegra nuestra soberanía, de mantener la casa en orden, de desterrar la inoperante burocracia, de arrancar de raíz la corrupción que nos carcome, de exigirle al sistema judicial de mantener vivo el núcleo principal de toda sociedad cual es la Justicia, retroalimentando la génesis y fortalecer su esencia.
Vale hoy en día echar una mirada a la comunidad internacional, para darnos cuenta que las virtudes heredadas por estos grandes pensadores, fueron reemplazadas por el orgullo y la vanagloria, por el mal y la avaricia, las necesidades de los pueblos fueron sustituidos por intereses dinásticos, que la lucha por la buena educación y formación universitaria fueron sustituidos por corrientes ideológicas y filosofías baratas, que la libertad del hombre ha sido violada una y otra vez al antojo del tirano de turno, que la paz de los pueblos ha sido atropellada por guerras fratricidas, usando irracionalmente el poderío de las naciones mediante el uso de las armas.
Con el paso de los años, he visto caer a muchos personajes de la élite política más elevada y muchas de las más asesinas del planeta; una caterva de personajes como Anastasio Somoza, Saddam Hussein, Muammar al Gadafy, Hosni Mubarak o Nicolái Chauchesku quienes pareciera, nunca entendieron el arte de gobernar y fueron poseídos por el animal maquiavélico.
Hace pocas horas atrás, Boris Johnson el primer ministro británico, renunció a su cargo luego de recibir como premio, el fruto de sus desafortunadas acciones como ser un descarado mentiroso, sino por sus manifiestas violaciones a la ética y a la moral. La verdad como cimiento para el arte de gobernar, robustece a la sociedad entera, poniendo en práctica los principios aristotélicos/socráticos y haciendo rhema la teoría política.
Mientras tanto, nosotros el pueblo, hemos vivido las duras y las maduras, esperanzados sin cesar en formar parte principal de este hermoso cuadro político, delegando en las autoridades y el Presidente, las herramientas necesarias para construir una sociedad democrática y justa, cimentada en la inmarcesible virtud y en la floreciente y eterna moral.
* Dibujo "San Antonio" Alberto Durero 1519
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