Don Armando

Don Armando👎

Pedro Rafael Gutiérrez Doña

Don Armando fue un vecino mío siendo yo un adolescente,  que ponía música clásica todos los domingos... a todo volúmen y al que consideraba por esta causa, una piedra en el zapato. La razón para mal quererlo, era que el  día domingo para mí era sagrado, quería dormir hasta tarde, luego de levantarme temprano todas la semanas para asistir al colegio.

Comenzaba a las 6 de la mañana de un domingo cualquiera, como todos los domingos, a sonar su "playlist" del fin de semana, entre ellos: Beethoven, Chopin, Mahler, Bach, y entre compositores, sonaban los constantes y aturdidores agudos de alguna soprano, los que me obligaban a dejar la cama de un brinco y creo que por esa razón, no las tolero en toda su amplitud.

El sonido de violines, chelos, violas, bajos, traspasaban las paredes de su casa y llegaban hasta mi cuarto a posarse a mi cabeza como clavos,  volviéndome por momentos irascible, por momentos desesperado.  Durante la semana se levantaba temprano para irse al trabajo, no sin antes dejar en la atmósfera las notas de los clásicos que silbaba al momento de partir.

Don Armando trabajaba en un banco y compartía con mi padre el gusto por la música clásica, el primero era como el "yiguirro" quien comenzaba su música antes del amanecer, el segundo como la lechuza o los grillos que prefieren la noche para iniciar sus conciertos.  Mi padre por su parte, era periodista y tenía la colección mas completa de Nicaragua en discos de acetato de Beethoven y era un gran conocedor de los mas importantes compositores de música clásica hasta nuestros días.

Don Armando murió en San José por problemas de salud y antes de fallecer pude verlo en su habitación, aprovechando la ocasión para “desquitarme” por lo que había hecho conmigo.  Lo culpé y señalé como responsable de despertarme todos los domingos de concierto y por esa razón, le entregué como obsequio un CD de Luciano Pavarotti como castigo.  Su respuesta fue una amplia sonrisa y luego de unos días, partió de este mundo.

 De los dos recibí sin quererlo, la sensibilidad, el oído, la magia y la pasión que hoy tengo por la música clásica. Y digo "magia", por que al oír a los clásicos un domingo más, puedo viajar en el tiempo y recordar a mi padre y a Don Armando y agradecerles ahora hasta donde estén, lo bien que me hicieron.


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