Consejos a Sancho



Consejos a Sancho

Por: Pedro Rafael Gutiérrez Doña




¿Saben una cosa..? en algún momento de mi vida, creí que Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la triste figura, era llanamente, un viejo loco que peleaba con molinos de viento, acompañado de su cómplice aventurero Sancho Panza. Pero me equivoqué; hasta que descubrí una faceta que no conocía, llena de profunda sabiduría y conocimiento, de consejos para la vida, válidos hoy en día. Y es que uno no deja de conocer a la gente y su esencia, enceguecidos muchas veces, por la finita materia.

Supe que cuanto refrán repetía, lleno de eso que forma el día a día, una mezcla de locura quijotesta y realidad contemporánea, el zeitzgueist de los germanos se cumplía.

Siendo Sancho Panza Gobernador, recibió como consejos del Quijote una serie de principios llenos del espíritu de los dioses, corona de olivo para los gobernantes, cetro dorado para los gobernados.

Al entendido, con señas... citara Sancho en sus accidentadas y acertadas intervenciones, jugando al juego de la sinrazón de su Caballero, unas veces loco, otras cuerdo.
Y es en el luminoso sueño de la locura, de donde brotan sus palabras, como clavos encendidos o marmóreas columnas. ¿Cuántos son los molinos con los que a diario peleamos, enredados en el demiurgo socrático o en la reminiscencia platónica..? El embrujo que padecemos nos perturba y dejamos la vida en las calles, peleando ahora con bólidos de hierro y recibiendo como retribución al desafuero, la muerte.
“Primeramente, ¡Oh hijo! Has de temer a Dios: por que en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a tí mismo, que es el mas difícil conocimiento que pueda imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra... si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para que tener envidia a los que los tienen príncipes y señores: porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola, lo que la sangre no vale...

Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oidos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros...

Si estos preceptos y estas reglas sigues Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible...”

Me voy.









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