La campaña del miedo.
Por: Pedro Rafael Gutiérrez Doña
A solo una semana para que se realicen
las elecciones presidenciales en Costa Rica, flota en el aire un
oscuro sentimiento: el miedo. Después de haber vivido durante mas
de 30 años el libreto de las campañas políticas en diferentes
caras; al final, estas siempre dieron los mismos resultados, unidos
por un viscoso cordón umbilical y figura del delicioso confite que
representa la presidencia de la república, el Partido Liberación
Nacional (PLN) y la Unidad Social Cristiana (PUSC) han gobernado a
Costa Rica, al mejor estilo de los escribas y fariseos de nuestra
cuestionada era cristiana.
Estos mismos de siempre, han sido los
responsables de haber creado en el país, un pequeño grupo de
gobernantes entrenados para proteger sus linderos en el momento que
unos ganaban las mieles del poder, y los otros recibían las migajas
que caían de sus mesas; conocidas migajas en el argot del poder como
Presidencias Ejecutivas, Embajadas, Instituciones Autónomas,
Diputaciones y decenas de entenebrecidas y de gruesos salarios de las
Juntas Directivas...
Pedro Joaquín Chamorro decía que cada
quien es dueño de su propio miedo, verdad a medias, sobre todo
cuando entendemos que dicho temor puede ser cincelado en la psique
del hommo políticus a base de cuentos, inventos y por qué no
decirlo, de descuentos. Y ha sido este miedo, el manipulado, el
mentiroso, el premeditado, el que han querido sembrar en el
electorado costarricense haciendo las del gato, tapando con tierra,
lo que el tufo deja como evidencia para embarrar a otros.
El objetivo de esta estrategia tiene
nombre y apellido: José María Villalta, candidato presidencial
por el partido Frente Amplio y responsable de haberle quitado el
sueño a los grandes caciques de los tradicionales partidos políticos
del país. El pecado mortal con características de infierno al que
acusan a Villalta es de ser “comunista”, amigo de Chávez y en el
peor de los casos, compañero de Daniel Ortega en Nicaragua. Ante
dichas acusaciones, Villalta ha respondido con la frente en alto que
a él “lo pueden tildar de comunista, pero que no lo pueden acusar
de ladrón”, en una clara alusión a los impulsores de la campaña
del miedo en su contra.
La naturaleza del costarricense por lo
general es pacífica, heredada de sencillas y trabajadoras familias
de agricultores y caficultores que le dan a este país un espíritu
diferente a los demás. Esta característica ha sido afectada por la
nociva metástasis de los caudillos políticos causando un letargo en
la conciencia del costarricense a la hora de poner en practica el
juego político de la democracia, donde a la hora de un aguacero,
tienen que mojarse todos.
Y en este ir y venir, lenta pero
firmemente, ha tomado conciencia que los que se mojan son unos pocos,
son los mismos de siempre, convirtiendo a la gran mayoría en majes
políticos, en tontos útiles, usando el poder para enriquecerse y
llevando al país al borde del precipicio. Con 51,000 kilómetros
cuadrados de territorio, Costa Rica debería tener pavimentados en
oro cada rincón de la república, muy a pesar nuestro no es así.
La piñata en la administración de los recursos, el clientelismo y
el nadadito de perro, han convertido las instituciones del Estado de
manera callada, sencilla y humilde en un botín de enriquecimiento,
solo para poner un ejemplo.
Las proféticas encuestas de opinión
públicas por su parte, han hecho de lo suyo: crear confusión la
mayoría, manipuladas a base del costo en dólares por la elaboración
de las mismas y otras no muy populares, tomar el pulso de un momento
determinado y que se convierte de cajón en una verdad relativa. Son
éstas las que han abierto la posibilidad para tomar en cuenta una
segunda ronda en las elecciones, deduciendo que ninguno de los
candidatos logrará mas del 40 % del total del electorado para
obtener la presidencia. Al final, la encuesta válida es la del
pueblo.
Es en este quinteto donde radica el
equipo que gobernará a Costa Rica durante los próximos cuatro años
y es en este orden deliberadamente subjetivo que dará como resultado
a las próximas autoridades políticas del país: José María
Villalta, por el Partido Frente Amplio, Luis Guillermo Solís del
Partido Acción Ciudadana, Otto Guevara del Movimiento Libertario,
Rolando Araya por el Partido Liberación Nacional y Rodolfo Piza por
el Partido Unidad Social Cristiana, estos dos últimos candidatos,
salpicados hasta la saciedad por casos de corrupción en las tiendas
de sus propios partidos. Detrás de estos cinco candidatos le siguen
ocho candidatos mas, para un total de trece, a los que los rating
millonarios de los medios de comunicación, no los favorecen en sus
porcentajes estadísticos.
Este próximo domingo, miles de
costarricenses saldrán a las calles a ejercer su voto; unos
enajenados por el continuismo y la perpetuación de la dictadura
bipartidista y otros esperanzados en futuro mejor, lejos de temer un
cambio, que beneficie efectivamente a las grandes mayorías y no un
conocido brochazo de barniz, en el que nos han mantenido durante ya
casi cuatro décadas.
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